Las palabras curan

El sexo es sagrado (III)

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He dedicado las dos últimas entradas a reflexionar sobre lo sucedido en el caso de La Manda. En una primera entrada intenté abordar el tema desde el punto de vista psicológico, mientras que en la segunda entrada me centré en los valores de la sociedad que nos llevan entender la sexualidad de una forma muy frívola. En ambos casos concluía diciendo que se necesita de forma urgente una apuesta por la educación psicoemocional en la que se incluya el sexo. Es de esta última parte que os quiero hablar.

La sexualidad es una dimensión del ser humano tan amplia y profunda que se banaliza si la reducimos a la genitalidad. Y creo que eso es lo que está pasando. Nos han bombardeado con el mensaje de que los atributos sexuales, los genitales, son lo más importante para la practica sexual. Pero con una buena educación psicoafectiva sabríamos que la sexualidad es una forma de entrar en intimidad con uno mismo y con otros que, a su vez, nos permite comunicarnos a nivel muy profundo. Aprenderíamos a respetar y amar nuestro cuerpo y también el cuerpo del otro. Nos permitiríamos explorar nuevas sensaciones y valoraríamos la importancia del consentimiento y la predisposición mutua.

Me gusta mucho una autora que recomiendo a todas las mujeres jóvenes, y las no tan jóvenes, para que conecten con su esencia femenina, para que cuiden y respeten su cuerpo y vayan aceptando los cambios que se producen en él. Ella es Christiane Northrup: ginecóloga, escritora y divulgadora.  Considero que su libro «Cuerpo de mujer, sabiduria de mujer» es un libro de referencia que toda mujer debería tener a su alcance. En él hace un recorrido por las diferentes etapas de la vida de una mujer y las trata a nivel físico, emocional y espiritual.

La Dra. Northurp considera el cuerpo de la mujer, sobre todo su zona genital interna, el útero, como un templo. Dice que es un lugar sagrado. Es una zona energéticamente muy potente según las tradiciones que hablan de chacras o centros energéticos. Se dice que de ahí parte la fuerza creativa de una mujer. Northurp habla de la importancia de respetar esa zona del cuerpo y no permitir el acceso a cualquiera. En el encuentro coital entran en nosotras y eso marca la diferencia con la sexualidad genital masculina, que no es de recepción sino de expansión. Se dice que las mujeres quedamos conectadas energéticamente de alguna manera al hombre que ha penetrado nuestro cuerpo. Si este acto se realiza con respeto y amorosamente por las dos partes, el encuentro sexual es una experiencia maravillosa para los dos. Si no hay respeto ni cuidado, la experiencia es vivida como una agresión y causa un daño profundo. A veces es un daño invisible, pero siempre deja huella.

Por otro lado, también he observado que algunos hombres jóvenes están confusos sobre lo que significa actuar como un sujeto sexual. Creen que se espera de ellos que sean dominantes, agresivos, resistentes y rudos. Sienten que no está bien mostrar sensibilidad, miedos e, incluso, inapetencia. Se supone que ellos siempre están dispuestos. Estos clichés dañan la identidad personal y la vida sexual se ve afectada dando lugar a la manifestación de muchos conflictos. Algunos optan por polarizarse en la carencia de empatia y se muestran agresivos sexualmente. Otros, por contra, optan por  inhibir su deseo sexual porque rechazan los comportamientos agresivos. En definitiva, no acaban de encontrar la manera de conjugar su expresión sexual con lo que creen que las mujeres esperamos de ellos.

Por suerte, últimamente se está haciendo más visible la necesidad de profundizar en una nueva masculinidad donde la sensibilidad, la empatía y la compresión, entre otros, se puedan expresar sin poner en tela de juicio la virilidad. Estamos viendo el inicio, todavía queda mucho por hacer y aprender, pero es tarea de todos educar desde y para el respeto.

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