La semana pasada publiqué una entrada titulada «El sexo es sagrado (I)» que hablaba del caso de La Manada. Lo hice intentando reflexionar desde el punto de vista de la psicologia, pero mis pensamientos sobre ello no han cesado, así que daré continudad a la reflexión con esta segunda entrada.
Pienso que estos jóvenes no saben nada de sexualidad. No tienen ni idea de la dimensión física, emocional y espiritual que engloba la sexualidad. Y sí, sí que tienen idea y saben el daño que están causando y aún así siguen practicando este tipo de agresión es que se convierten en unos salvajes depredadores.
Intento reflexionar sobre qué ha podido influir en estos comportamientos para aportar mi granito de arena a este tema tan importante para la salud general de todos. De entrada, creo que socialmente tenemos un problema ya que vivimos en una sociedad hipersexualizada. Me explico: el sexo se ha erigido como uno de los valores más deseables ya que se supone que lleva implícito el éxito personal. Parece que hay una idea bastante generalizada que practicar mucho sexo, con muchas personas diferentes, con un elevado rendimiento, de modo rápido e intenso, en cualquier lugar y de cualquier manera, es lo más placentero del mundo.
Otro dato importante es que el consumo de pornografia, está muy extendido entre la población. Así lo afirma un estudio del año 2016 realizado por PornoHub que detalla el uso del porno en España. Sabemos también que entre los adolescentes es habitual que el porno sea la primera aproximación a la sexualidad que tengan y que aspiren a comportarse en el terreno sexual como los hombres y mujeres que protaginizan esta cienciaficción.
Además, hay que añadirle la falta de profundidad de conciencia del yo, eso que ya he comentado en anteriores entradas sobre la individualidad y el individualismo, eso de que es más importante tener que ser. Tener muchas relaciones sexuales es más valioso que ser una persona entregada a la intimidad del encuentro sexual con otro. Es eso de «primero yo, después yo y, por último, yo» y la ausencia del respeto hacia el ‘tú’. En este caso queda claro que se ha considerado el ‘tú’ como una cosa, como un objeto sexual, desproveído de la dimensión humana, se ha cosificado, usado y tirado.
Creo que somos una sociedad que dedica poco tiempo al cultivo del autoconocimiento, justamente uno de los pilares de la inteligencia emocional. Sin una profunda reflexión de quien soy yo, poco respeto podré tener hacia mi mismo y mi vida, por lo tanto tampoco podré tener respeto hacia el otro y su vida. No nos conocemos interiormente. No invertimos en fortalecer nuestra identidad personal. Nos dejamos influir fácilmente por el entorno y lo que otros nos dictan. No pensamos. No reflexionamos. Pero las cuestiones de la dimensión individual de cada uno merecen también ser tenidas en consideración y en ningún caso son baladíes para entender el por qué de las cosas. Cada uno tiene su propia historia y sus propias vivencias.
Estas son sólo algunas ideas que me rondan por la cabeza cuando pienso sobre todo esto. A medida que voy leyendo y escuchando distintas opiniones, veo con mayor claridad que como sociedad necesitamos urgentemente es una buena educación psicoemocional. Una buena educación psicoemocional que incluya educación psicoafectiva y, por lo tanto, que incluya eduacación sexual y no sólo educación genital. Hablaré de ello en la próxima entrada.
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