Ya llevamos suficiente tiempo confinados como para ir reflexionando sobre lo que ha supuesto individual y colectivamente este encierro necesario.
Mi reflexión, que sólo es la mía y no pretende nada más que ser compartida, gira alrededor de la idea de la angustia ante “el tiempo”, mejor dicho, ante disponer de mucho tiempo en casa y a la respuesta que como sociedad, hemos dado a esta angustia.
Contrariamente a lo que veníamos oyendo en los últimos años, que el tiempo es un bien muy preciado, el más preciado a decir verdad, sin embargo, cuando tenemos delante la posibilidad de tener tiempo en casa, nos apresuramos a llenarlo con un montón de actividades para “disfrutar” de ese tiempo. Algunos me diréis que ocupar el tiempo, es la mejor manera de pasarlo, yo creo que hemos rayado la sobreocupación.
La propuesta genérica para vivir mejor este confinamiento se basa en la idea de distracción. Estar distraídos y ocupados se considera la mejor manera de pasar estos días: pelis, series, ejercicio, hacer pasteles, jugar, quedar virtualmente con los amigos, etc. Es como si estar en casa fuera sinónimo de aburrimiento y ante el horror de aburrirnos hubiéramos llenado nuestra despensa virtual con mucha oferta para no tener ni un instante para aburrirnos y por lo tanto para pensar.
Me preocupa que socialmente coloquemos el pasarlo bien como el valor más importante en estos días en los que están pasando cosas tan graves a nivel mundial. Estoy de acuerdo en que hay que mantenerse físicamente sano haciendo ejercicio en casa y alimentarse de manera lo más saludable posible, pero ¿y la salud mental?. Siempre es la última.
Se entiende que para mantener la salud mental lo ideal es distraerse y eso me preocupa. Es tratarnos a todos y tratarse a uno mismo de niño, es como si fuéramos una sociedad infantilizada a la que lo que más le preocupa es divertirse. La salud mental basada en la diversión constante me parece una infravaloración colectiva de la capacidad madura y adulta de la sociedad de repensar lo que quiere para su vida y para su entorno.
Para tener la mente tranquila y poder pensar con calma, es necesario que esté limpia de ruido. Con ruido me refiero al bombardeo constante de estímulos sean auditivos, visuales o gustativos. Con un tiempo tranquilo podemos y según mi humilde opinión, debemos pensar.
No entiendo el pensar como un ejercicio obligatorio de estudio o de deducción matemática o algo así, me refiero a permitir que nuestros pensamientos tengan tiempo suficiente para aflorar. Para que podamos pensar bien lo que pensamos, sin prisas. Disfrutar del tiempo para recrearme en pensar lo que pienso.
Y para terminar, comparto mi receta para este confinamiento: menos azúcar y más filosofía.
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