Al hilo de lo escribía el otro día en el post VACACIONES O LA NECESIDAD DE PARAR hoy quiero seguir tirando de él. Me quedé con ganas de hablar más sobre esto y hoy lo voy a hacer, aunque creo que no va a ser la última vez que lo haga porque ya ronda por mi cabeza un tema al que le dedicaré unas líneas en septiembre: la resaca vacacional.
Ahora seguimos con el ansia o el estrés vacacional, la resaca ya llegará. Cuando digo ansia me refiero a la ansiedad que causa la elección, preparación, planificación, materialización y experiencia de las vacaciones.
Vivimos en una especie de frenesí neurótico donde tondo tiene que ser superexcitante, superbonito y super «guay». ¡Menudo estrés y que contradicción! ¡Se supone que las vacaciones son para descansar!
Este estrés del que hablo es real. Se vive con mucha angustia y sufrimiento el temor a que las vacaciones no sean tan «guay» como hemos soñado y esperado y sobre todo si no son más «guay» o por lo menos igual de «guay» de las que vive mi amiga, vecina, hermana, prima o compañera de trabajo que me muestra, a cada instante, a través de sus redes sociales.
Suena frívolo, pero es real. Las vacaciones causan estrés. Esta frivolidad me preocupa porque desde mi vertiente profesional la veo como un síntoma de lo enfermos que estamos como sociedad. De la patología subyacente de la insatisfacción crónica y por lo tanto del estrés, frustración, tristeza y depresión que nos amenaza.
Este ansia supone una gran presión para quien la sufre y para las personas que comparten con ella las vacaciones. Las expectativas que no se cumplen, las masificaciones, las decepciones, los timings apretados, los contratiempos, etc., afectan directamente a las relaciones. De ahí, y entre otras cosas, que algunas parejas no lo resistan y se rompan después del verano (de este tema hablaré en la entrada sobre resaca post vacacional que ya estoy pensando).
Como ya es habitual en mi blog, al final de cada post, añado una sencilla propuesta para que, si te has sentido identificado/a, con lo que he escrito arriba, puedas hacer algo por tu cuenta para sentirte mejor. Hoy te propongo desdramatizar y, para ello, usar el humor. Que se pierden las maletas, que el hotel es una porquería, que os han timado con los precios, etc. Primero resuelve lo que puedas resolver y luego ríete, sí ríete, tómatelo como una anécdota que vas a poder explicar y recordar siempre.
No pasa nada. Nada es tan grave. No todo tiene que ser perfecto. No permitas que el enfado te arruine las vacaciones.
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