Las palabras curan

Soy como tú y soy una más

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Estos días he leído muchas cosas escritas por mujeres y algunas escritas por hombres acerca de la sentencia del caso de «la manada».

Es curioso como al leer las palabras de otras mujeres sentimos un resonar, un eco dentro nuestro. Es un eco profundo que nos remite al miedo ancestral que venimos arrastrando las mujeres generación tras generación. En este sentir, en este miedo, reconocemos la universalidad del dolor que ha recibido nuestro género que en el transcurso de la historia sido largamente abusado y violado. El dolor de una sola mujer es el dolor de todas. Y la voz de una mujer es la voz de todas. Y voy a decir de muchas, por aquello de no generalizar y respetar la diversidad.

Las mujeres españolas, y también muchos hombres, hemos salido a la calle masivamente y transversalmente. El sentido común de millones de personas ha entendido que los hechos ocurridos merecen otra sentencia. Sin embargo, la interpretación y la aplicación de la fría ley a la que se acogen los jueces, contradicen este sentido común. ¿Qué hacemos entonces? ¿Tenemos que confiar en la justicia para sentirnos protegidas? ¿Quién tiene razón, los jueces que dictan sentencias o los ciudadanos que muestran el sentir popular? Lo que queremos es vivir seguras y tranquilas. Y esta impunidad nos exclama y nos indigna.

Si la tuviera delante a ella -de quién no sé el nombre, ni falta que hace, no necesito saberlo para entenderla y empatizar-, le diría que soy como ella, que soy una más, que todas somos una y que su sufrimiento me duele a mí y duele a todas las mujeres. Le diría que entre todas intentaremos protegerla a ella y protegernos entre nosotras. Le diría que seguiremos levantando la voz para que nos oigan y nos respeten.  La abrazaría y la acariciaría. Le cantaría al oído. Le llevaría flores. Lloraría con ella. Y sí, también le diría un montón de cosas más que me brotan de muy adentro porque no son sólo mías, son de todas las mujeres de mi linaje.

Imagino que ella está muy bien acompañada y que tiene personas que la sostienen y la cuidan. Imagino y deseo que tenga un buen apoyo terapéutico para poder recomponer los trocitos de su vida rota a tan temprana edad.

En estos momentos siento la necesidad de cuidarla, de ocuparme de ella, de dirigir la mirada hacia ella. Es por esto que propongo que ahora nos ocupemos de ella ocupándonos de las mujeres que tenemos cerca. Apoyémonos, hablemos entre nosotras de nuestras heridas, de las experiencias dolorosas que nos arrebataron la frescura. Compartamos nuestros dolor. Mostremos nuestras cicatrices del alma a otras mujeres. Ellas harán lo mismo con nosotras y así, juntas, seremos más fuertes. Nuestra fortaleza está en el canto unísono frente a la violencia.

 

admin_salomeSoy como tú y soy una más

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