No sé quién se inventó la frasecita “la cuesta de enero”, pero tiene tela. Qué manera de empezar el año, qué negatividad, ¡que pesimismo! Es una sentencia que nos asusta, nos predispone a pasarlo mal, a sufrir por lo que se supone que va a costar mucho. Nos sugiere que enero va a ser un mes horrible cargado de carencias y esfuerzo. Nos avisa de que nos va a resultar difícil remontar, subir la cuesta para llegar a febrero.
Ya sé que en la base de esta sentencia está la cuestión económica. La frasecita se refiere a los gastos excesivos que hemos tenido en Navidad y quiere decir que en enero el bolsillo se va a resentir y que nos va a costar (imaginamos que en un mes ya está solucionado porque no hay ninguna frase que hable de un febrero carente o costoso) adquirir de nuevo el equilibrio económico si antes de diciembre lo teníamos. Si no lo teníamos es lala debacle total.
Leyendo, escuchando y pensando sobre este asunto, me he inspirado en esta manida frase “la cuesta de enero” para intentar darle una vuelta y ver qué me está pasando a mi este enero de 2018.
Primero, me doy cuenta que la famosa frasecita conlleva una carga que parece una condena o un castigo después de las fiestas. Es como si fuera la penitencia a pagar por el exceso de disfrute durante las fiestas. No sólo cuesta remontar a nivel económico, también nos bombardean con dietas détox y adelgazantes de todo tipo para borrar los excesos de los placeres del paladar y la vida social que hemos disfrutado en Navidad. Es decir, nos viene a decir que disfrutar trae consecuencias negativas. ¡Qué triste! Llega enero y todo es malo.
Segundo, me he propuesto que la cuesta de enero de este año sea sólo una etapa más, un mes más, en mi camino personal y profesional. Quizás requiere un poco más de esfuerzo y de atención en la autogestión de mis asuntos, pero me niego a pensar que es un castigo. Pondré cuidado en mi alimentación, intentaré no coger la gripe (si puedo escapar de la terrible epidemia que arrasa nuestro país (ironía)) y procuraré superar la tentación de las rebajas reflexionando sobre si realmente necesito algo que no tenga ya.
Y tercero, me niego a vivir enero como nos dicen. Me niego a sentir por inducción aquello que no paran de repetirnos que debemos sentir en este mes de enero. Me niego a sentirme, asustada, pobre y gorda. Me rebelo. Estos estereotipos me animan a llevar la contra y a dejarme sentir lo que sienta, sea enero, mayo o septiembre.
He decidido que enero no me cuesta. Y es que la actitud que tengamos en el día a día es fundamental para nuestra percepción de felicidad. Así que a disfrutar de todo lo que enero nos ofrece: frío, deliciosas infusiones, días cortos, largas noches… y ve añadiendo aquí lo que tú quieras. ¡Feliz enero!
Deja un comentario