¡Qué difícil se hace para las personas inseguras sostenerse en la confianza de que son seres únicos y valiosos!

Una persona con dificultades de autoestima, es aquella que no ha podido desarrollar una sólida individualidad. Lamentablemente, no suele tener una idea del “yo“ bien construida y afianzada. A menudo, esta persona, ha sido vulnerable a las opiniones y valores que los demás depositaban sobre ella hasta llegar, incluso, a despreciarse a sí misma. Al darse tan poco valor, no ha dedicado tiempo a cultivarse, conocerse y mirarse con cariño.

El proceso de individuación que todos deberiamos hacer para evolucionar como seres humanos e ir hacia la madurez, nos lleva a responder preguntas básicas:

• ¿Quién soy?
• ¿Qué quiero?
• ¿Hacia donde voy?

¡Estas preguntas son tan útiles para construir un “yo” sólido!

La individualidad como centro, como punto de partida para estar en comunidad, crea una gran riqueza global. Mantenidos en nuestra individualidad, podríamos apreciar la individualidad del otro sin sentir al otro como una amenaza. En ocasiones no encontramos nuestro lugar en el grupo, aunque somos seres gregarios y necesitamos estar agrupados para calmar miedos ancestrales que nos aseguren la supervivencia.

Un grupo de iguales está formado por individualidades, todas hermosas, todas válidas. Visualizar la imagen del círculo como figura que representa la igualdad de todos sus puntos puede ayudarnos a calmar la angustia interior que nos produce una débil valoración de la propia individualidad. Todos tenemos un lugar igual en el círculo.

Esta reflexión me rondaba por la cabeza a partir de mi propia vivencia, por cómo me siento en grupo, cuando me comparo en negativo con los demás y las sombras que tengo que atravesar para sentirme segura. Y es que creo que existe confusión entre los términos individualidad e individualismo.

Desde mi punto de vista, la individualidad tiene que ver con la construcción de la propia identidad. Mientras que el individualismo lo entiendo como una desvirtuación, como un malentendido y una interpretación extremista de la individualidad. Hemos ido avanzando como sociedad hacia el individualismo salvaje. Las consecuencias han sido nefastas. Los daños han sido enormes, tanto a nivel social como a nivel individual. El individualismo lleva asociada la idea de «yo soy lo más importante y todo debe centrarse en mí». Frente a ello, la connotación que se deriva es: «yo frente a ti (no yo a tu lado)».

El individualismo como modelo de vida nos ha llevado a desconectarnos de las bondades de la comunidad. Aquellas antiguas en las que todas las personas tenían un lugar, donde no se juzgaba al otro ni se rivalizaba y había un orden. Se relacionaban de forma cooperativa. Se ayudaban mutuamente y se respetaba la individualidad y la especialidad del vecino, por ejemplo, en su trabajo. Se valoraba y se aceptaba por igual al que sabía cultivar coles que al que sabía arreglar zapatos. Se necesitaban entre sí. Todos aportaban valor a la sociedad.

El individualismo favorece la mirada comparativa con el vecino, y de la comparación pueden derivarse envidias. Estas envidias han surgido a raíz del tener. Del asociar la felicidad al tener, tener cosas. El individualismo defiende que lo mío es mío y lo quiero para mí y si puedo tener más que tú, mejor. Las rivalidades no tendrían lugar desde el ser, ya que todos somos.

Individualidad sí, individualismo no. Somos un todo, una raza humana hecha de millones de individualidades. Todas son válidas. Todas tienen su lugar. Sentémonos en círculos para ser y estar en paz.