Las palabras curan

Golpes por amor

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Me siguen impactando los relatos de mujeres que han vivido violencia machista por parte de sus parejas. Me impacta su testimonio, me conmueve y me remueve las entrañas, me produce tal asco y repugnancia que se me hace un nudo en el estómago y me provoca una repulsa enorme. Además activa mi miedo, me sume en una profunda tristeza y enciende mi rabia. Me siento en comunión con ellas y con todas las mujeres de la historia y las que actualmente han sufrido y sufren daño por parte de sus parejas. Siento que no son tan diferentes a mí y que yo perfectamente podría ser una de ellas.

Hace unos días en la televisión catalana se emitió el documental «Mai més víctima» (Nunca más víctima) del programa «Sense ficció«. Todas las mujeres que hablaron, algunas con el rostro al descubierto y otras en la penumbra para preservar el anonimato, eran mujeres con formación superior. Creo recordar que había una abogada, una psicóloga, una directiva, una educadora y una informática.

El programa, imagino que de manera deliberada y muy acertada, quiso combatir la creencia generalizada de que las mujeres que sufren violencia machista en su hogar son personas de bajo nivel educacional y de escasos recursos económicos y sociales. Una de ellas, por su acento y su nombre, que parecía de procedencia anglosajona, me indujo a pensar en la transversalidad cultural y geográfica del maltrato machista. Son mujeres reales, como mis amigas, mis hermanas o yo misma.

Lo más triste para mí es que deduzco que los hombres que las querían controlar y dominar, son hombres reales y actuales, como mis amigos, mis hermanos o mis vecinos. ¡Qué triste!

Desde mi experiencia como psicoterapeuta, sé que es un tema muy muy delicado. Si sospecho que una mujer puede estar siendo tratada de forma abusiva y que está siendo controlada y dominada por su pareja, tengo que ir con mucho cuidado porque como dijo una de ellas, aunque estaba fatal, no quería dejarlo, no quería salir de la relación y tubo que ser un tercero quien denunciara la situación. Eso ocurre en terapia también. Si vas muy deprisa, las pierdes como pacientes porque no están preparadas para oír y aceptar que están siendo maltratadas. Cada mujer tiene su tempo, su ritmo y su resorte, para hacer el click y decir basta. Y hay que respetarlo.

El hombre que acude a terapia impulsado por su familia y amigos porque tiene comportamientos y actitudes violentas, no suele confesarlo. Que acceda a hacer terapia ya es un paso, pero suele distraer el motivo real de consulta hacia otros temas. Hay que ser muy cautelosa para ir dirigiendo el tratamiento hacia la toma de conciencia de que se está actuando de forma agresiva. Es necesario avanzar poco a poco hasta ir introduciendo una reestructuración cognitiva, entre otras técnicas, para que vaya aceptando que asustar, agredir física y verbalmente a una mujer, controlarla y dominarla hasta destruirla, no significa su superioridad como ser humano, sino más bien pone de manifiesto sus sombras.

Queda mucho por hacer. Es una cuestión prioritaria y nos incumbe a todos. Desde mi pequeña parcela sigo trabajando en ello.

¡Ni una más!

admin_salomeGolpes por amor

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