Las palabras curan

LA DECISIÓN. Razón y corazón

El sábado 21 de mayo La Vanguardia, publicó en su fantástico suplemento de los sábados ES el artículo «Neuronas con mucho potencial» donde expertos como el filósofoJosé Antonio Marina y  el profesor de pedagogía Xavier Besalú, entre otros, aportan interesantes reflexiones.
Dicho artículo, firmado por Jordi Jarque, empieza hablando de la incidencia de las decisiones que toman los padres en el desarrollo de sus hijos. Es decir, decidir, no es una cuestión banal. Claro que para que los padres decidan adecuadamente han de saber decidir.

Saber decidir es algo de cuya importancia me llegan ímputs por todas partes. Leo en prensa cómo decisiones aparentemente incomprensibles, una vez analizadas, resultan acertadas ya que suponen un paso más, con renuncia a la satisfacción inmediata la mayoría de las veces, hacia el objetivo final.

De la importancia de las decisiones de los padres con respecto a los hijos hasta llegar a las decisiones que tomamos en la vida adulta, hay una edad en la que esta modulación de razón y corazón (la decisión) debe enseñarse y aprenderse. Esta edad es, por supuesto, esa franja vital en que empezamos el proceso de individuación, separándonos de los padres, uniéndonos al grupo de iguales para terminar con identidad propia, si todo va bien. No quiero usar el término adolescencia por las connotaciones negativas que conlleva. Para mi no es negativa, es explosiva en cuanto a energía y potencial.

Decidir: calibrar las consecuencias, valorar la inversión, trazar un plan, tener un proyecto, contener los impulsos, consultar, pensar antes de actuar, reconocer emociones propias y ajenas, empatizar, revisar decisiones  del pasado, aprender de los errores, considerar la experiencia como valor, valorar los logros a medio y largo plazo, rehusar la satisfacción inmediata….(añade más cosas a tu propia lista de actuaciones)

Se trataria de poner la razón al servicio del corazón. La razón sin corazón a menudo supone despersonalizar la decisión, no teniendo en cuenta al individuo, provocando la escisión entre consciente e inconsciente, reprimiendo el deseo, provocando mucho sufrimiento, sensación de insatisfacción con la vida, desánimo, desesperanza….aunque corazón, sólo corazón sin razón, provoca a menudo vivir presa de las pasiones en un contínuo torbellino emocional, un «up and down» mareante y agotador….intenso sí,  pero que causa mucha inseguridad, suspicácia, desconfianza y a veces autodestrucción.

Escuchar el corazón, atender las motivaciones, los gustos, las prefrencias, las capacidades naturales es indispensable para acercerse a la toma de decisiónes coherente y conscientemente con QUIEN soy.

Sé que no es sencilo, como mayores (padres, educadores, etc) tenemos el privilegio de enseñar a los más jóvenes. Tenemos también la obligación moral de revisar nuestro propio sistema decisorio ya que ellos aprenden mucho de lo que ven, somos su modelo. Por eso, no hay nada mejor y más fácil que «predicar con el ejemplo» tomando nuestras propias decisiones en función de quienes somos y hacia dónde queremos ir.

Enseñando a decidir conscientemente enseñamos a ser seres autónomos,  con critero propio, no manipulables…muy importante en los tiempos que corren.

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